Por Huberto D’Apresdieu y William Woods
Dos momentos clave han definido en las últimas semanas
la orientación y la estrategia de gobierno del reelecto Primer Ministro Trudeau.
De un lado, la selección de aquellos diputados que ahora forman parte del
Ejecutivo y su presentación en el anuncio del nuevo consejo de ministros; y,
por otra parte, el discurso del trono que marca oficialmente el inicio de
actividades del nuevo Parlamento. Vale la pena analizar en detalle que
significan estos dos sucesos, y que pistas nos ofrecen sobre la orientación y
la posible estabilidad del actual gobierno canadiense.
Para muchos analistas y representantes políticos del
nivel federal, las y los integrantes del gabinete son un reflejo de la
estrategia que definirá la orientación de un gobierno. El actual gabinete de
36 ministros se encuentra compuesto por un igual número de mujeres y de
hombres, 17 de sus miembros son de la provincia de Ontario y 11 de Quebec, y al
no haber diputados liberales electos en las provincias de Alberta, Saskatchewan
o Manitoba, estas no tienen representación ministerial. Los demás ministros son
de las provincias del Atlántico y de Colombia Británica.
Es interesante ver que el Primer Ministro ha decidido garantizar
un equilibrio entre ministros con experiencia e incorporar diputados
recientemente electos. El nuevo gabinete podría definirse a partir de un equipo
compuesto por dos círculos: el primero más cercano al Primer Ministro, y un
segundo periférico. Entre los ministros que forman parte del círculo más
cercano se encuentran: Chrystia Freeland, Vice Primer Ministra y Ministra de
relaciones intergubernamentales; Bill Morneau, Ministro de Finanzas (quien es
responsable por el manejo de la política fiscal del país); Dominic LeBlanc,
Presidente del Consejo Privado (responsable del funcionamiento del gobierno y de
establecer las prioridades políticas), Jean-Yves Duclos, Presidente del Consejo
del Tesoro (maneja el gasto público); Francois-Philippe Champagne, Relaciones Exteriores;
Harjit Sajjan, Ministro de Defensa; David Lametti, Ministro de Justicia y
Procurador General; Seamus O’Reagan, Ministro de Recursos Naturales; Jonathan
Wilkinson, Ministro del Medio Ambiente y Cambio Climático, Pablo Rodríguez, Ministro
líder del Gobierno en la Cámara de Diputados, y Catherine McKenna, Ministra de Infraestructura.
Los demás ministros harían parte de un segundo circulo, gozando de la confianza
del Primer Ministro pero no tan cercanos a este.
El Primer Ministro parece haber reconocido que hace
falta une equipo sólido alrededor suyo, con experiencia e innovación para
gobernar en un ambiente político tenso, como al que se enfrenta en este
momento. Sin embargo, es fundamental que se les dé a los ministros la autonomía
necesaria y el poder que necesitan para llevar a cabo sus mandatos. Sobre todo,
teniendo en cuenta que el actual gobierno tiene poco tiempo para mostrar
resultados concretos a la población y que seguramente este gabinete ministerial
no durará más de dos años. Por ende, los resultados de sus políticas y en
particular las promesas electorales tienen que verse rápidamente. Las líneas
generales de la estrategia de gobierno se vieron igualmente en el Discurso
del Trono. En esta tradición que data de la colonia británica, la
Gobernadora General hace lectura en el Parlamento de un documento que resume
las políticas principales del gobierno, haciendo públicos, los temas
prioritarios que serán presentados para el estudio de las y los legisladores.
En el Discurso que dio inicio formal a las labores del
actual gobierno se evidenciaron dos aspectos principales. De un lado, que el
gobierno ha priorizado un discurso amigable y conciliador con las provincias,
creando oportunidades de dialogo y apertura para negociar. Y por otro, que los
temas domésticos, tales como la educación, la infraestructura y las reformas
fiscales serán una prioridad en materia legislativa. Los aspectos enunciados en
este Discurso fueron concretizados y detallados en las Cartas de Mandato
de los ministros del nuevo Gabinete. En Canadá, una manera clara de
entender las responsabilidades que tienen cada ministro y comprender aquellos
objetivos que debe cumplir en su ejercicio, es analizar las llamadas cartas de mandado. En concreto, se trata de una carta escrita por el Primer Ministro en
la que designa una serie de prioridades para cada uno de las y los ministros, y
establece una hoja de ruta para su acción. Estas fueron publicadas el pasado
viernes y se encuentran disponibles para la consulta pública.
Independientemente de las prioridades generales del
gobierno, que responden a sus compromisos de campana, no hay duda de que dos
aspectos que marcaran su estrategia de gobierno y la legislación que se
producirá en el Parlamento en los próximos años son el cambio climático y la
unidad canadiense, dos aspectos estrechamente ligados. Por un lado, el actual
gobierno hace frente a los intereses políticos de los primeros ministros
provinciales del oeste (conservadores), quienes han venido adoptando como
estrategia el aumento del sentimiento nacionalista y separatista en Alberta y Saskatchewan.
Esto como manera de presionar al gobierno federal, y a otras provincias, a
aceptar políticas favorables al mercado de petróleo. Por otro lado, el Primer
Ministro, coincide con gobiernos provinciales como los de Quebec y Colombia
Británica que no ven favorablemente la construcción de nuevos oleoductos
-especialmente en sus territorios- y que ejercen influencia para que se
encuentren medidas concretas para proteger el medio ambiente, mitigarse y
adaptarse al cambio climático.
El Gobierno tiene urgencia de resolver las diferencias
con el Oeste, principalmente en cuanto a los oleoductos, y en reforzar los
compromisos para el cumplimiento de los acuerdos de Paris en materia de
emisiones de carbón. Lo cual se hizo evidente con el nombramiento de la ministra
Freeland, como responsable de las relaciones intergubernamentales. Para lograr estos
y otros resultados en un periodo de dos años el gobierno va a tener que manejar
excepcionalmente bien las relaciones con los partidos de oposición, que decidirán
el futuro de la aprobación de legislación en el Parlamento, y por tanto el
cumplimiento del mandato otorgado a los ministros.
La actividad legislativa de los primeros meses de 2020
será clave para comprender mejor el futuro político del gobierno y su capacidad
para avanzar legislación en un Parlamento manejado por la oposición.
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