Una victoria que podría volverse una pesadilla
Por Huberto D’Apresdieu y William Woods
Para el
Primer Ministro Justin Trudeau, el resultado de las elecciones del pasado lunes
es una victoria, que tiene el riesgo de poder convertirse en una pesadilla.
Una victoria,
debido a que los conservadores no pudieron derrocar al gobierno del actual Primer
Ministro. La ausencia de un programa claro por parte de los conservadores, junto
a mensajes que reflejaban cierta aceptación hacia prácticas políticas que
son tradicionalmente ajenas a las tendencias dominantes en Canadá, contribuyeron
sin lugar a dudas a la victoria de Justin Trudeau.
A pesar de
haber obtenido el mayor número de circunscripciones (157 de 338 posibles) los
liberales no alcanzaron la mayoría necesaria (170 sillas) para formar un
gobierno mayoritario que les permitiera tomar decisiones legislativas unilaterales
sin necesidad del apoyo de otros partidos. La oposición, liderada por los
conservadores con 121 escaños, el Bloque Quebequense con 32, el Nuevo Partido Democrático
con 24 y el Partido Verde con 3 representa una posible pesadilla para el Primer
Ministro. Esto, porque se verá obligado a negociar el apoyo de dichos partidos (individual
o colectivamente) para poder avanzar cualquier proyecto de ley que se presente
durante su mandato y, sobre todo, porque la oposición tendrá la capacidad de
precipitar una crisis política forzando al gobierno a hacer concesiones políticamente
complicadas o llamar a elecciones antes del tiempo máximo permitido (4 años).
En estas
circunstancias, ¿qué alternativas tiene y qué estrategias debe definir el Gobierno
del Primer Ministro Trudeau?
El primer lugar,
el gobierno debe definir sus prioridades políticas y programáticas. Esta decisión
determinará el tono de las relaciones que el Primer Ministro tendrá con los
otros partidos de oposición, al igual que con los primeros ministros provinciales,
especialmente con aquellos de las provincias del oeste, que recordemos son en
su mayoría conservadores. Los resultados del lunes son reflejo de la profunda división
política a nivel geográfico: en Alberta y Saskatchewan ningún diputado liberal resultó
electo; en Quebec, el Bloc es la segunda fuerza política con 32 de 78 circunscripciones;
mientras que Ontario y las provincias del Atlántico apoyaron mayoritariamente a
los liberales. Se evidenció igualmente una clara brecha entre las preferencias
electorales de la población urbana y la rural, siendo los liberales más favorables
al electorado que reside en las ciudades que a aquellos que viven en
circunscripciones mayoritariamente rurales, las cuales mostraron un mayor apoyo
hacia los conservadores.
En segundo
lugar, el gobierno debe actuar reconociendo que el electorado no le otorgó el
apoyo necesario para formar una mayoría y que, de hecho, obtuvo un porcentaje
menor del voto popular (33,1%) respecto a los conservadores (34,4%). De igual
manera el Partido Conservador, quien continuará siendo la oposición oficial, debe
reconocer que cerca de 66% de la población no los prefirió en las urnas.
Temas que
emanan de las promesas electorales
Muchas
preguntas surgen sobre las prioridades y decisiones que tomará el gobierno en
los próximos meses. ¿Qué pasará con los oleoductos? ¿qué prioridad tendrá la
agenda climática para el nuevo gobierno? ¿materializará el Primer Ministro
su intensión de cuestionar legalmente la Ley 21 sobre la laicidad en el Estado en
la provincia de Quebec? ¿Cómo influirán las decisiones en estos temas las ya frágiles
relaciones con algunas provincias?
Respecto a la
posible expansión de oleoductos, los liberales y conservadores podrían lograr
un acuerdo para llevar cabo el Trans Mountain Pipeline. Esto sería
favorable para reducir las tensiones entre Alberta y el gobierno federal, pero afectaría
las relaciones con Colombia Británica, quien a pesar de su propia dinámica política
comparte con Quebec una postura anti-oleoductos, especialmente, si estos pasan sobre
sus respectivos territorios.
El primer
indicio para observar la dirección política que tomará el reelecto Primer
Ministro será la composición de su gabinete (el cual se anunciará el próximo 20
de noviembre). En este caso, es interesante saber que el Primer Ministro tiene
la posibilidad de invitar a senadores (conservadores, liberales o independientes)
del Oeste a formar parte del gabinete, esto, como una solución a la falta de
diputados de su partido electos en dichas provincias, y como una manera de
tender puentes de dialogo con la población que en ellas reside.
Además de
escoger a su nuevo gabinete, el gobierno deberá definir sus prioridades y
presentarlas al Parlamento por medio de la Gobernadora General en el Discurso
del Trono. Este discurso permitirá al Gobierno obtener la confianza del
parlamento, y si este lo acepta tendremos un gobierno minoritario que basándonos
en las estadísticas de gobiernos en condiciones similares podría durar entre 18
a 24 meses.
Pero sobre
todo el Primer Ministro tiene el desafío de jugar muy bien sus cartas políticas
y de gobernar con estrategia y humildad, o de lo contrario, su mandato podrá ser
una pesadilla política, viéndose incapacitado para avanzar su agenda legislativa,
y poniendo en riesgo la posibilidad de formar un gobierno liberal en las próximas
elecciones.
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